jueves, 3 de junio de 2010

OTRA VERSION DEL CANTANTE DE LOS CANTANTES HECTOR LAVOEEEEE

Cuando Willie Colón disuelve su orquesta en 1973, su cantante pasa a ser el líder de la orquesta y así Lavoe edita en 1974 su álbum «La Voz» donde se incluye su primer éxito, una Guaracha titulada «El Todopoderoso». La presencia del sabor a barrio en la música de Lavoe estuvo siempre más presente que en la de Miranda, su toque marginal y callejero le hizo mantenerse siempre entre los intérpretes preferidos por el pueblo. En el 76 publica «De ti depende» con el clásico «Periódico de ayer». Para 1977 era ya considerado por el público como el mejor cantante de Salsa de Nueva York ya que Ismael Rivera y Cheo Feliciano desde Puerto Rico tenían sus propios estilos personales, anteriores al desarrollo de la Salsa y Oscar de León y Rubén Blades aún no hablan conseguido su total estrellato.

En plena fama Héctor Pérez «Lavoe» se dejó arrastrar a una vida desordenada llegando tarde a las actuaciones y perdiendo sus cualidades de vocalista, al parecer su afición a la droga, desmentida posteriormente por el magnífico intérprete, estuvo a punto de truncar su carrera. Una retirada temporal le trajo a realizar un tratamiento psiquiátrico a una clínica de Madrid, otros hablaban de brujería, realizándose mil especulaciones sobre su mal estado de salud. Por fin en 1978 volvió por sus fueros publicando una obra maestra titulada «Comedia» con temas como «El Cantante» de Rubén Blades, «La Verdad», «Comedia», etc.

Tras Lavoe siempre estuvieron los arreglos de Willie Colón. Lo cierto es que Héctor Lavoe encarnó la Salsa de la década de los 70 como un fiel reflejo de la misma con sus vicios y virtudes, sus fortunas y sus tristezas.(Antonio Mora Ayora en "De Orilla a Orilla" - 1992)





Un 3 de mayo de 1963, huyendo de la que él consideraba "una familia muy loca", llegó a Nueva York Héctor Lavoe, con el propósito fijo de "ganarse la vida cantando", meta que logró con los tintes pasionales de su vida, descrita por Willie Colón, como la de un "héroe de la Guerra del Cuchifrito..."

Desde el instante en que arribó a casa de su hermana Priscilla, en el Harlem Hispano, tenía el propósito de ser escuchado en una orquesta. Contaba apenas 17 años, 60 kilos de peso y el perfil que lo hiciera famoso más tarde, cuando fue descrito como el "hombre que cuando está de frente, parece que estuviera de lado".

Lavoe consideraba, no obstante, que el momento justo de su "despegue" musical, lejos de la bohemia de los "ventetú" (orquestas en las que tocan músicos llamados al azar) del Sur del Bronx, se había dado casi cuatro años después de su primera experiencia neoyorquina, cuando, en febrero de 1967, fue invitado a cantar en el Club Tropicoro.

"Un cantante, cuyo nombre no recuerdo, empezó a desafinar en el ensayo, cantando el bolero "Tus ojos", y ése momento me dio la oportunidad real de empezar en grande..."

Oriundo del sector de La Cantera, en la ciudad puertorriqueña de Ponce, advirtió desde niño un futuro en la música. Escuchaba en la radio el programa Industrias Nativas, en el cual se exaltaba el canto jíbaro tradicional, en voces como las de Ramito y Chuíto, el de Bayamón. Fueron ellos sus primeros maestros, a quienes imitaba en la calle, entre dos tarros y una maraca, o siguiendo con precisión el tono nasal de Daniel Santos.

Su familia respiraba música. Pachita, su madre, cantaba en los entierros y en las fiestas patronales, y su padre, Luis Pérez, gozaba de fama como guitarrista. La inspiración venía desde su abuelo Juan Martínez, quien acostumbraba a trenzarse en disputas de verso libre con otros trovadores, controversias a menudo ofensivas, por las que terminaba envuelto en riñas.

Acumuló en su carrera varias nombradías, tales como "El cantante de los cantantes", "El rey de la puntualidad" --ironía por sus frecuentes tardanzas para llegar al concierto-- y "El jibarito de Ponce". Las tres le merecieron fama universal.

En el seis chorreao y con Willie Colón

La década de los 70 marcó para Héctor Lavoe, no obstante, el ascenso vertiginoso de su carrera. El trombonista puertorriqueño Willie Colón lo llamó a hacer parte de su banda, y en un proceso experimental de retorno a las raíces de la música puertorriqueña, al ritmo de Seis y Aguinaldos, Héctor Lavoe encontró lugar seguro en la picardía y el gozo de canciones hechas a la medida de su temperamento. La melodía "Ausencia" y la titulada "Cheche Colé", le dieron renombre en los festivales de verano en Europa.

El cantante que otro día había querido ser saxofonista en la Escuela Juan Morell Campos, junto a José Febles y Pappo Lucca, tenía, al inicio de los 80, una bien ganada fama, estimulada al máximo por su trabajo con la Fania All Stars, agrupación con la que visitó Africa y participó en la película Our Latin Thing ("Nuestra Cosa Latina").

Izzy Zanabria, mentor de esta unión de grandes músicos caribeños en Nueva York, puede recordar toda la trayectoria de Lavoe, desde el instante en que trabajó, también, con Johnny Pacheco, antes de su debut en la orquesta de Colón.

Héctor Lavoe proclamó el orgullo de ser campesino de su país, y sumó a las modernas composiciones de salsa, los fraseos de las áreas rurales de Puerto Rico, los dichos y refranes de "jíbaros de casta" y el "lelolay" alegre y lastimero que acompaña esta tradición. Así, en el Shea Stadium, en el desaparecido Village Gate, en el Cheetah o el Coliseo Roberto Clemente de San Juan, Lavoe fue anunciado como "El jibarito de Ponce".

De "Juana Peña" al "Juanito Alimaña"

"Ella vivía llorando por ese amor que nunca llegó/ Ay, Juana Peña/ ahora me llora/ Ahora me llora/ no la quiero yo..." Y el coro repetía: "Juana Peña ahora me llora", a las improvisaciones magistrales de Lavoe en el escenario, pues él era básicamente un sonero, admirador de Ismael Rivera y Cheo Feliciano.

En el otoño de 1983 estrenó una canción que fue considerada un hit: "Juanito Alimaña", escrita por su amigo Tite Curet Alonso. La composición fue recibida como una clara continuación de la salsa dedicada al género de malandros, de la estirpe del "Pedro Navaja" de Rubén Blades.

En los siete años que duró en la banda de Willie Colón, grabó éxitos memorables, compilados en diez elepés : "Piraña", "Calle luna, Calle Sol", "La Murga", "Día de suerte", son sólo algunos de los ecos de ése tiempo iluminado que culminó en 1973.

Más, en el registro de "lo que cantó Lavoe", están también "Hacha y machete", "Paraíso de dulzura", "De tí depende", "Mi gente", "Periódico de ayer", "Un amor de la calle", "Comedia", "Plazos traicioneros", "Rompe saragüey", "Triste y vacía", "Vamos a reír un poco", "Sóngoro Cosongo", éste último, homenaje a la poesía de Nicolás Guillén.

El 25 de junio de 1988, después de un fallido concierto en el coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, Héctor Lavoe regresó a su habitación del hotel Regency de San Juan y se lanzó al vacío desde el octavo piso. Desde entonces, su vida ya no fue la misma.

El 29 de junio de 1993, cinco años después de aquel intento de suicidio, falleció en Nueva York. Quien había sido bautizado en Ponce como Héctor Pérez, un 30 de septiembre de 1946, moría joven y famoso, aunque lejos del estruendo de la vida pasional que lo cobijó durante más de veinte años.

Recientemente, el teatro puertorriqueño de Nueva York, dió a conocer una obra de teatro en su honor, titulada "¿Quién mató a Héctor Lavoe?", con el cantante Domingo Quiñones como protagonista. Lavoe será siempre una de las glorias de Puerto Rico; una de las avenidas del nuevo muelle de Ponce, fue bautizada con su nombre



La vida de Héctor Lavoe, cantante al timbre rico y delicado, se parece a una novela negra .

Niñez marcada por la defunción de su madre y la muerte de su hermano mayor por drogadicción, más tarde deriva hacia la droga, muerte por accidente de su hijo, tentativa de suicidio por defenestración, sin hablar de su suegra asesinada y del incendio de su casa, ...hasta su muerte en 1993 a los 47 años.

La vida musical de este cantante particular con destino trágico que nació en 1946 está vinculada a la de Willie Colón, con quién formo un tándem inigualable desde 1966 hasta 1973.

Los discos des los años 60 serán solitarios, y la carrera del tenor al estilo callejero va a conocer eclipses debidas a su dependencia a la droga.

Pero este cantante mayor de la compañía Fania, personaje frágil y cariñoso, estará siempre ayudado por su amigo de siempre Willie Colón, quién se va a ocupar de la producción de sus discos.

Cuando murió, Willie Colón le hizo un homenaje emocionante durante el concierto que dio en Sevilla. (Hot Salsa)





Hector Lavoe a 7 años de su muerte




Semblanza de Lavoe
SEMBLANZA de HECTOR LAVOE


En una cultura tan diversa como la nuestra, es natural que surjan una variedad de genuinos héroes populares, y dada la importancia de los latinos en el panorama mundial de la música, no es sorpresa alguna que muchos de nuestros héroes estén asociados con la música. Un ejemplo perfecto de un héroe latino en la música, es nada menos que el hijo favorito de Ponce, Héctor Lavoe.

Mundialmente conocido como “El Cantante,” en el campo de la música muchos le denominan “El Bad Boy (nene malo) de la Salsa”, pero todos lo reconocen como el Legendario Héctor Lavoe. Sin duda alguna, él es uno de las super-estrellas más populares de la Salsa. Muchos, incluyendo Jerry Masucci (presidente de Fania), lo consideran el más notable cantante puertorriqueño de nuestros tiempos. Esto no sorprende, puesto que desde los seis años en adelante, pasó la mayoría de su primeros años de juventud escuchando la radio y estudiando las voces de cantantes como Chuito el de Bayamón, Odilio Gonzalez y Daniel Santos.

Lavoe comenzó a cantar imitando a estos cantantes puertorriqueños. Su personificación favorita y la más famosa era la de Daniel Santos. Tan buena era, que con frecuencia la hacía en el escenario sólo para ver a la gente volverse loca buscando a Daniel. Estos cantantes y más tarde Cheo Feliciano, Ismael Rivera e Ismael Quintana fueron las mayores influencias que ayudaron a forjar su carrera y estilo de cantante.

En una tierra donde hay casi tantos cantantes como gente, el estilo único de Lavoe es una sorprendente excepción (especialmente siendo de Ponce, conocida como la ciudad de los cantantes). En la época pre-Lavoe los cantantes puertorriqueños podían considerarse divididos en pequeños sub-grupos musicales bien definidos. Teníamos muy conservadores estilistas jíbaros como Ramito, Chuito, y Odilio Gonzalez, los románticos como Felipe Rodriguez, y salseros como Cheo Feliciano e Ismael Rivera. Surge entonces Héctor Lavoe y estos grupitos tan definidos se derrumban de manera desordenada. ¿Exactamente cómo se puede clasificar un cantante cuyo repertorio incluye de todo, desde salsa y merengues hasta rancheras, baladas y música jíbara pura puertorriqueña? Para todavía más desestabilizar por completo el ámbito musical del momento, la popularidad sin precedentes de Lavoe atraviesa todas las barreras de nacionalidad, edad y nivel económico, habiendo convertido el nombre de Lavoe en promotores. Aunque seguros de que atraería a un numeroso público, también temía una palabra más que familiar en buena parte de la América Latina.

Un aspecto único y diferente del talento de Lavoe (y por el cual se le reconoce más) es el tono puramente cristalino de su voz. Ese tono, junto con su distintiva y precisa pronunciación, permite que cuando canta, quienquiera que lo escuche entienda perfectamente cada una de las palabras en la letra de la canción.

Otro talento único es su increíble don de improvisación. Aunque no conocido como compositor, su espóntanea e ingeniosa creatividad le añaden profundidad a cualquiera canción que interpreta. Hector es mejor cuando sus improvisaciones estan compitiendo con las de los soneros más famosos y aclamados. En muchas ocasiones he visto a Lavoe sobrepasar a esos soneros en canto y actuación, completamente dejando atrás a los mejores de ellos. Yo podría describir a Lavoe como un poeta musical instantáneo. Ciertamente el es, sino el mejor, uno de los mejores soneros que he tenido el placer de escuchar.

Aunque Lavoe sabe como entretener y manejar una audiencia, está lejos de ser un artista sofisticado. Ha llegado a la máxima cima puramente por el poder de sus talentos. El no deslumbra ni con lujosa coreografía, ni con efectos especiales. Hector es simplemente “El Cantante.”

Si bien sus problemás relacionados con el uso de drogas han empañado su imagen, el verdadero Hector Lavoe es una persona mucho más profunda que la propaganda que se le dá, o las imágenes negativas que lo rodean parecen implicar. A pesar de todas las alabanzas y su categoría de super- estrella, nunca ha exhibido esos excesivos aires de arrogancia que muchos artistas de mucho menos talento (o popularidad) parecen adoptar. Ya sea que esté actuando, o conversando de tú a tú con uno, Lavoe siempre ha sido una persona normal y sencilla. (Irónicamente, estas mismas virtudes han sido factores contribuyentes en sus inseguridades y problemas; lo cierto es que nunca se ha dado a sí mismo demasiada importancia).

La personalidad de Lavoe está salpicada de un toque de orgullo, humildad, y habilidad humorística para reírse de sí mismo. En pocas palabras, posee todo lo que es admirable en el jíbaro puertorriqueño. Como dice él, “Yo soy un jibarito.”

Lavoe ha retenido el encanto inocente y los modales corteses de la gente de la isla. A pesar de todos estos años en Nueva York, no intercala en su vocabulario los “bro” y “yo” (supuestamente lenguaje moderno) que usan muchos latinos. Por el contrario, su estilo es modesto y sin pretensiones.

Como cualquiera otra persona, Lavoe tiene sus inseguridades y defectos. Desafortunamente, parecen estar en proporción con su grandeza. Héctor ha vivido toda su vida tirado en diferentes direcciones por fuerzas de igual poder. Una fuerza le ha dado el estímulo para perseguir y lograr el éxito. La otra le ha producido su conducta negativa y autodestructiva (probablemente una consecuencia de su origen humilde combinado con una serie de tragedias personales que ha sufrido durante su vida).

Aunque sus defectos le han costado tremendamente tanto en su vida personal como en su carrera, no han causado que disminuya la popularidad de Lavoe entre sus aficionados. Dondequiera que anuncian su presentación, la gente acude en masa a verlo. Sin embargo, la reputación que adquirió por sus tardanzas y por no poder depender de él, realmente asustó a algunos que no se presentara. De hecho, hubo un período en su carrera, cuando Lavoe dependía completamente de otros para que se encargaran de casi todos los aspectos de su vida. Eran ellos quienes lo llevaban a la cama. lo despertaban, lo vestían y literalmente lo arrastraban al trabajo.

Pero Héctor siempre ha sido un hombre de sorpresas. Por ejemplo en l980, lo contraté para dos actuaciones en clubes. Para la primera llegó una hora tarde y simplemente dijo, “A la gente le gusta cuando llego tarde. Lo esperan de mí.” Pero un mes más tarde llegó temprano: 45 minutos antes que llegaran sus músicos.

En otra ocasión, hizo una aparición sorpresa en la fiesta del séptimo aniversario de nuestra revista Latin N.Y. Para el deleite de la concurrencia, se unió a Yomo Toro en el escenario y se apoderó del espectáculo. Pasó de fantásticas improvisaciones de canto jíbaro a boleros y salsa movida. Se me acercó entonces y con una expresión pícara y astuta me dijo: “Ni siquiera me llamaste. Seguramente pensaste que no aparecería. Te prometí que venía a estar contigo y con Yomo, y aquí estoy. Cumplí mi palabra.”

Irónicamente, son los mismos defectos de Lavoe los que le han granjeado el cariño de sus fanáticos. Los hombres desean tener su voz y la adoración de tantas mujeres. Es literalmente su héroe y lo animan a seguir para adelante. Las mujeres desean acariciarlo y cuidar de todas sus necesidades. Aquellas que han sostenido relaciones personales con él, han todas sentido que iban a significar una diferencia en la vida de él. Y ésto no aplica sólo a las mujeres, sino también a los agentes y administradores de su carrera que veían en él un objeto de valor, un artista con un gran potencial de hacer mucho dinero.

En el período de l975 a l983, nosotros en Latin N.Y. entrevistamos a Héctor en muchas ocasiones. Sus francas y sencillas respuestas, no sólo fueron divertidas sino interesantes, proveyéndonos una visión para mejor poder entender a este hombre simple y al mismo tiempo complejo.

Como colega artista y al mismo tiempo aficionado, he desarrollado una afinidad muy especial por este hombre actualmente de buen corazón y carácter. Un hombre de mucha alegría pero al mismo tiempo atormentado y autodestructivo, y a quien yo he tenido el honor de llamarlo, mi amigo.

Yo, como muchos de sus aficionados, siempre seguiré recordando y amando a ese Cantante de los Cantantes, a ese Sonero de los Soneros, a ese jibarito puertorriqueño, Hector Lavoe!

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